Ambos representantes del
Existencialismo, un francés y una argelina, también defensores de la libertad
en la vida y el amor; eternos amantes sin complejos ni compromisos más que con
su amor y la libertad, dueños de un amor incondicional.
Mientras que para unos se trataba
de una amistad ampliada, para otros, eran recíprocamente el consuelo de sus
decepciones amorosas con otras personas.
Sartre decía de si mismo que era
un mal amante, no quería entregarse, ni tener hijos, menos aún casarse, pero a
pesar eso, a veces dejó creer que se casaría. Sartre tuvo numerosísimas
amantes, y cuando terminaba una relación amorosa las mujeres pasaban a formar
parte de lo que llamó su “familia”. Cada vez que ella lo trataba de
machista, Sartre matizaba: "Soy machista liberal". Beauvoir y Sartre habían acordado
la plena libertad en su vida sexual y sentimental, pero convinieron en no
ocultarse nada, incluso los detalles.
Como ejemplo de esta relación una
carta de Beauvoir:
Querido pequeño ser:
Quiero contarle algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: hace
tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso,
el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones
mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas. Una noche lluviosa,
en una granja de Tignes, estábamos tumbados de espaldas a diez centímetros uno
del otro y nos estuvimos observando más de una hora, alargando con diversos
pretextos el momento de ir a dormir. Al final me puse a reír tontamente
mirándolo y él me dijo: “¿De que se ríe?”. Y le contesté: “Me estaba
preguntando qué cara pondría si le propusiera acostarse conmigo”. Y replicó:
“Yo estaba pensando que usted pensaba que tenía ganas de besarla y no me
atrevía”. Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se atreviera a
besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido
muchísima ternura por él y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me
amaba. Le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas
noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene
un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que
siempre me había sido grata. Hasta la vista querido pequeño ser; el sábado
estaré en el andén y si no estoy en el andén estaré en la cantina. Tengo ganas
de pasar unas interminables semanas a solas contigo.
Te beso tiernamente,
Tu Castor.
Cuesta trabajo comprender como
deriva una relación que empieza con las siguientes cartas de Sartre a los 10
años de conocer a Beauvoir:
"Si usted se acostara en
este estrecho jergón, a mi lado, me encontraría muy a gusto y se me derretiría
el corazón. Pero no será así y tendré que oír los ronquidos sonoros de alguien.
Ay, amor mío, cómo la amo a usted y cómo la necesito. La amo con todas mis
fuerzas” "Estoy algo nervioso, porque empiezo a esperar sus cartas con
esfuerzo. Piense usted, por favor, que desde el sábado no he recibido ninguna.
Hace diez años que la conozco y es la primera vez que ocurre esto. Amor mío,
cómo me gustaría recibir noticias suyas. Mi encantador Castor, que ya me ha
ofrecido diez años de felicidad, la amo a usted y la beso con todas mis
fuerzas".
O lo escrito por la propia
Beauvoir:
“Una gran suerte acaba de
dárseme. Bruscamente, ya no estaba sola. Hasta entonces, los hombres que me
habían interesado eran de una especie diferente a la mía. Me era imposible
comunicarme con ellos sin reserva. Sartre respondía exactamente a mi voto de
los quince años: era el doble en quien reencontraba, llevadas a la
incandescencia, todas mis manías. Con él, podría simplemente compartirlo todo.
Cuando lo conocí, supe que nunca más saldría de mi vida”.
Incluso Beauvoir reconoce que la
monogamia no era propia de Sartre:
“Él no tenía vocación de la monogamia; se complacía en compañía de
las mujeres, que le parecían menos absurdas que los hombres; no pensaba, a los
veintitrés años, renunciar para siempre a su seductora diversidad”.
Su amor con Beauvoir era el amor
necesario. Y todos los demás eran los amores contingentes. Henriette Nizan, la
mujer del que fue amigo íntimo de Sartre y filósofo, Paul Nizan, cuenta:
"Se quiere hacer de ellos (Sartre y Castor) una pareja mitológica. Es
cierto que existió el amor, pero también hubo cadáveres". "Sartre era
menos fiel por naturaleza. Seducía mucho, sobre todo desde que llegó a ser
verdaderamente Sartre". Incluso llegaron a firmar un
contrato por dos años, en el que acuerdan que vivirían juntos durante ese
período lo más íntimamente que ambos pudieran soportar. Después se separarían
para reemprender, durante un tiempo “más o menos” largo, una vida “más o menos”
en común. Además se comprometían a contarse absolutamente todo. El contrato se enterró
posteriormente de común acuerdo. En palabras del Beauvoir: “Revisamos nuestro pacto y
abandonamos la idea de un contrato entre nosotros. Nuestra unión se había
estrechado y hecho más exigente que en un principio; podía admitir breves
separaciones, pero no largos viajes en solitario. No nos juramos fidelidad,
pero nos sabíamos el ser más importante para el otro”. “Éramos de la misma especie, y
nuestra unión duraría tanto como nosotros”. “Lo que nos ligaba nos desligaba; y
por ese desligamiento nos reencontrábamos ligados en lo más profundo de
nosotros”.
Sartre era proclive a los de
excitantes y somníferos, fumaba y bebía en exceso café y alcohol, y no dormía
más de cinco horas diarias. Nunca desayunan juntos. Sartre prefería despertarse
solo, pues detestaba que le dirigiesen la palabra por la mañana. Ambos vivían
en un Hotel de París, escribían en una cafetería, leían y discutían de cine,
filosofía y jazz. Sus alumnos escuchaban fascinados y la lucidez de
ambos se hizo mitológica en Paris. Con una de las alumnas, Olga Kozakiewicz se
formó un triángulo amoroso. Llama la atención la larga
relación de Sartre con las dos hermanas Kosakiewicz, de origen ruso, primero
con Olga y luego con Wanda. Se cuenta que siempre las mantuvo, lo cierto es que
Sartre les conseguía papeles en sus obras de teatro. Beauvoir, por su parte, incluyó
en sus relaciones amorosas a algunas de sus alumnas, como Bianca Bienenfeld, a
quien conoció cuando ésta tenía 16 años y que también estuvo con Sartre, a
Nathalie Sorokin, hija de una señora divorciada que armó un escándalo con la
policía, y a Silvie Le Bon, a la que declaró su heredera.
En 1939, Sartre es movilizado a
causa de la Segunda Guerra Mundial, siendo hecho prisionero a
mediados de 1940 y liberado en 1941. En 1941, Beauvoir comienza una relación
con Jacques – Henri Bost, quien más tarde se casaría con Olga Kozakiewicz.
Wanda tuvo un breve romance con Camus, pero todo parece indicar que todos
estaban con todos. Durante toda su existencia,
Sartre mantuvo romances con mujeres cada vez más jóvenes. Beauvoir lo admitía
como una incapacidad para aceptar la edad adulta. Mientras, ella mantenía
esporádicas relaciones con otros hombres y otras mujeres, algunas de las cuales
eran a la vez amantes de Sartre. En 1945 Sartre conoce a Dolores
Vanetti, norteamericana y le pagó su divorcio. Luego vino Michelle Vian, que
también se estaba separando de Boris Vian. Según algunas fuentes, Michelle pudo
haber abortado al quedarse embarazada de Sartre, y se cuenta éste se fue de
viaje en vez de acompañarla. Aparentemente ella ya había tenido dos hijos con
Vian y no quería tener otro con Sartre, luego para rematar el nudo amoroso,
Michelle compaginó con otra relación con un ruso, a escondidas de Sartre,
durante años. Beauvoir inició, en su viaje a
Estados Unidos en 1947, un romance con Nelson Algren, un escritor
norteamericano. Luego Algren fue a París y viajaron juntos por Europa y
Marruecos. Pero ella siempre regresaba con Sartre. Algren no quería una
relación compartida ni vivida en episodios. Ella lo amaba, pero le explicó que
no iba a dejar a Sartre porque éste “la necesitaba”. Entonces Nelson Algen le
propuso matrimonio y Beauvoir rechazó la propuesta, contestando en una carta
que “no podría vivir únicamente de amor y felicidad”. Los buenos lectores recordarán
que la vida con Algren quedó reflejada en la novela “Los mandarines” (1954),
que Beauvoir tardó siete años en escribir pero que le consiguó el premio
Goncourt. Algren se enfadó porque ella había utilizado su vida personal. Ella
respondió con un nuevo tomo e indiferencia. Entonces dejaron de verse. Después Beauvoir vivió siete años
con Claude Lanzmann, ella tenía 44 años y él 27, pero además Sartre mantuvo una
relación secreta con la hermana del mismo Lanzmann, Evelyn Rey, una actriz muy
atractiva, rubia. Y duró tres años en secreto porque Sartre estaba al mismo
tiempo con Michelle y con Wanda. En 1949 Beauvoir publica el
ensayo “El Segundo Sexo”, considerado fundador del movimiento feminista
contemporáneo. Simone, al ser una mujer que ha rechazado el matrimonio y la
maternidad, es duramente criticada por los sectores más conservadores. Ella
arremete preguntando porqué no se le reprocha lo mismo a Sartre. Sartre adoptó como hija a Arlette
Elkaïm, una argelino-judía que al principio fue su alumna y luego le nombró
heredera de sus derechos de autor.
En 1973, Sartre comienza a sufrir
una ceguera casi total, aparentemente por el consumo de anfetamina, lo que lo
obliga a depender de sus amigos, especialmente Beauvoir que escribe: “Ha habido en mi vida un triunfo
seguro: mi relación con Sartre. En más de treinta años, sólo una noche nos
hemos dormido desunidos. Este largo gemelazo no ha atenuado el interés que
prestamos a nuestras conversaciones… la desgracia es la única cosa nueva e
importante que puede sucederme. O veré a Sartre muerto, o moriré antes que él.
Es atroz no estar cerca de alguien para consolarlo de la pena que le causamos
abandonándolo; es atroz que alguien nos abandone y calle”. En 1980 Sartre muere a causa de
un edema pulmonar. “Su muerte nos separa. Mi muerte nos volverá a reunir.
Mejor así: ya es hermoso que nuestras vidas hayan encajado durante tanto
tiempo”.
El presidente Giscard d’Estaing
fue al hospital y ofreció asumir los gastos del entierro. Los amigos del
filósofo no aceptaron. A las cincuenta mil personas que asistieron al entierro
de forma totalmente espontánea se les llamó “la última manifestación de mayo de 1968”. A la muerte de Sartre, Arlette y
Levy se llevaron sus escritos, cartas, muebles, cuadros. Ella los papeles, él
los muebles. Sartre no había hecho un testamento, lo cual hubiera sido
necesario para dejar a Simone objetos que habían compartido toda la vida. Pero
Arlette era la heredera oficial. Cuando Simone pidió a Arlette a través de
amigos algunas cosas que consideraba suyas, como un dibujo de Picasso o el
sillón de la familia Schweitzer, Arlette dijo que se las pidiera personalmente,
lo cual Beauvoir no hizo. Al poco tiempo, Beauvoir enfermó
seriamente de neumonía. Beauvoir murió en 1986. Ambos fallecidos, pero un amor
que persiste, un amor libre por siempre.